Y llega ese momento en el que, rodeada de tantísima
gente, tantos conocidos, pocos amigos pero al fin y al cabo mucha gente, me
siento sola. Rodeada por tantas personas y me siento sola, qué irónico ¿no? Es
inevitable no poder sentirlo, sentir que el mundo se desvanece a tu alrededor y
quedas tú, únicamente tú entre tanta gente. Aquellos que considerabas amigos
empiezas a ver que no lo son tanto, que no están cuando quizás más los
necesites y se van en las malas y tan sólo regresan en las buenas. Gente que
viene y va. Se alejan de mi vida y me pregunto el porqué, de verdad era gente que me importaba pero
ahora es cuando me doy cuenta que se van para dejarle hueco a otras nuevas
personas.
Mi soledad no tiene remedio, pero es cuestión de adaptarse
al tránsito de la vida; el tiempo pasa y las cosas cambian, demasiado simple.