miércoles, 7 de mayo de 2014

Complicidad-cómplice

Complicidad. Wow. Enorme palabra. Bastante compleja de explicar. Pues bien, lo intentaré. Complicidad es lo que tenemos tú y yo, no es lo que tienen las piezas de un puzzle terminado, ni el ying-yang,  no es lo que surge entre un pintor y ese barco en el mar en la situación perfecta para ser pintado, no es lo que hay entre... Me da igual, no lo es. O quizás sí lo sea pero no es la explicación perfecta. La complicidad es lo que ocurre entre nosotros cuando se cruzan nuestras miradas, cuando me rozas si quiera con un solo y único recóndito lugar de tu cuerpo, cuando ese dedo meñique tan peculiar se acerca al mío y nos entrelazamos, como si eso significara nuestra unión trascendental, como si la medida de la perdurabilidad la midiera nuestro cuerpo, nuestros ojos, nuestra complicidad. Porque no hay nada mas placentero que encontrar alguien que te complete , te comprenda y sobretodo que sea tu mayor cómplice hasta la saciedad. Contigo hasta enloquecer, mi mayor cómplice.

VII

Y me pregunto qué es lo que ha pasado, qué has hecho en mí. Verdadera incógnita. Cómo diablos una sonrisa puede hacerme sentir tanto; como dice aquella canción: cómo diablos se puede quererte más fuerte; eres mi primera y mis siete maravillas juntas, mi amanecer y mi anochecer, mi media naranja, medio limón y todas las medias frutas que existen, eres mi principio, mi fin y también mi intermedio, mi calma y mi tempestad, mi guerra y mi tregua, mi problema y mi solución, eres como ese alguien hecho a medida, como si supieran qué talla llevo y te ajusten a mí, increíblemente cierto, y que nos envidien, que envidien nuestra complicidad todo aquel que ha intentado derrumbarnos, más fuertes que nunca aquí estamos.