Cuento la historia de una niña, hasta entonces una niña. Ella era guapa, alta, rubia, esbelta, era una niña linda. ¿Él? Él, cómo no, era muy guapo también, moreno, con un cuerpo definido, una mirada tentadora y una sonrisa perfecta. Ellos se querían, se querían mucho, vivían su historia inigualable, incomparable.
Las cosas comenzaron a cambiar, ellos seguían siendo los mismos pero no sabían por qué razón las cosas no eran iguales... A menudo se encontraban mal y decidieron distanciarse por un tiempo, era lo mejor.
El tiempo les demostró que sí, se querían como ellos imaginaban pero por su bien debían estar separados, cada uno por su lado.
Él lo consiguió, consiguió hacer su vida sin ella, la tenía en el recuerdo pero supo pasar página, él fue feliz y no con ella. Pero ella, ella lo quiso siempre, de verdad creyó que era su amor, el de verdad. Pasó el tiempo y ella sufrió mucho, aprendió muchas lecciones y maduró, se hizo más fuerte. Su único inconveniente es que prometió quererlo para siempre y así fue, ella aún lo quiere.
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